El Tigre que se mordía las uñas


Érase una vez un tigre muy travieso que tenía la mala costumbre de morderse las uñas con mucha frecuencia. Su madre le seguía los pasos tratando de sorprenderle en el momento justo de llevarse las patas a la boca y poder reprenderle.

Probó de diferentes formas, pero llegó a convencerse de que era imposible quitarle esa mala costumbre. Aun así, no pasaba día sin que regañase a su hijo.

- ¡Deberías observar a tus amigos; ellos tienen las uñas largas y lustrosas, se sienten orgullosos de lucirlas! Tú, en cambio… ¡Oh, qué disgusto me das con tu costumbre!

- ¡No veo nada malo en morderme las uñas mamá! –respondió con gesto travieso-. Y seguía muerde que te muerde.

Llegó la primavera y como siempre, el tigre se fue al bosque para jugar con sus amigos. Esta vez le acompañaban dos de ellos. Corretearon largo rato de acá para allá; de pronto, uno de sus amigos vio que un gato se posaba en las ramas de un árbol. Sin pensarlo dos veces, empezó a trepar por él; el otro amigo siguió veloz como un rayo.

Naturalmente, nuestro tigre intentó imitar a sus compañeros de juegos pero se encontró con que no tenía uñas.

- ¡Oh, no puedo agarrarme al tronco del árbol! ¡Si tuviera uñas como ellos…!

Lleno de vergüenza fue a esconderse detrás de un matorral, mientras sus amigos daban buena cuenta del gato.

El tigre se hizo el firme propósito de no volver a morderse nunca jamás las uñas.

Amiguitos, como ya sabéis… ¡La experiencia es la mejor maestra!