El Profesor Delfín


El profesor Delfín era muy sabio y tolerante; creía que el castigo no era conveniente: “No con golpes se enseña a los alumnos” –pensaba- y prefería siempre convencerles de que se portasen bien y estudiaran en serio.

Los alumnos estaban acostumbrados al castigo y a las amenazas y no le hacían el menor caso. El profesor Delfín sufría mucho por todo ello pero nada decía, jamás se lamentaba. Las gamberradas iban en aumento.

Un día, Osito quiso dar un buen susto a Ardillita; se levantó de su pupitre sin permiso del profesor y cuando se aproximaba a su compañera por detrás, tropezó con un armario y el armario cayó sobre la cabeza del profesor Delfín.

En sustitución de éste, llegó el profesor Atún, famoso en todo el Océano por su severidad y disciplina. Castigaba a la clase entera por el más mínimo detalle de algún alumno; casi todos los días éstos iban a casa dos horas más tarde de lo normal.

- Al primero que vea hacer una gamberrada, le doy cuarenta azotes y después le expulso del colegio –amenazaba el profesor Atún-.

Como es lógico, todos los alumnos de la clase echaban de menos al profesor Delfín y le pidieron que cuando sanase, volviera con ellos. Antes, claro está, le prometieron que se portarían bien y estudiarían mucho.

Una vez repuesto el profesor Delfín, volvió a dirigir la clase y ésta llegó a convertirse en la más brillante y estudiosa de toda la escuela.

El profesor había demostrado que la tolerancia y la persuasión son siempre preferibles al castigo y las amenazas. Sus métodos de enseñanza habían dado un magnífico resultado y todos estaban de acuerdo en admitirlo.