La Dignidad de la Naturaleza

  

        El hombre, fracasa en su propio comportamiento contra la ley de la vida. El ser humano ha dado rienda suelta a su maldad. Ahora, los efectos están llegando de vuelta; la cosecha muestra claramente los rasgos de la siembra. Más de uno piensa: “Dios no existe. Si hubiera un Padre Celestial Todopoderoso y sabio, no permitiría lo negativo que ocurre en el mundo”.


           El asesinato a los animales es la muerte de los hombres. Lo que ahora ocurre con los animales y los reinos de la Naturaleza no es ningún secreto. Es evidente que el hombre es el causante de esas crueldades y el hombre dice: “¿Por qué no interviene Dios? ¿Por qué no ayuda?”


         ¿A quién debería ayudar Dios? ¿Debería dar más fuerza vital a los animales y a la Naturaleza para que estos sobrevivan mejor los martirios y sean explotados de forma más radical, además, para que sean matados y asesinados para obtener beneficios de ellos?


       Con esto, Él ayudaría al principio de crueldad que ha convertido a la Tierra en un valle de lágrimas; ¿O debería Dios matar a la humanidad de forma parecida a como lo hace el hombre con los animales, y así los hombres dejarían en paz a los animales?, ¿o debería Dios refortalecer el organismo humano para que este soporte sin ser dañado más alimentos ilegítimos y estimulantes, gérmenes de enfermedades, venenos, sustancias manipuladas genéticamente a la irradiación de la maldad humana? O sea, ¿que debería apoyar a los seguidores del principio de los infiernos en sus maquinaciones malvadas que están tan lejos de Dios?


           Dios está hablando a los hombres desde los comienzos de la humanidad. Dios, el Espíritu del Infinito, habló a los seres humanos a través de portavoces. Se manifestó por medio de hombres y mujeres iluminados. Dio a los hombres los Diez Mandamientos. Dios es evolución, que el hombre alcanza por medio del cumplimiento de sus Leyes.


          Entre los hombres hay falta de paz; hay engaño, envidia, violencia, lucha, miedo. Necesidades y miseria se extienden por todas partes. En la Tierra y sobre ella, ya nada es como Dios se lo dio antaño a los hombres. Egoísmo, codicia e inclemencia han ultrajado, contaminado, destruido, envenenado, torturado y asesinado a la Naturaleza.


           El principio que permite volar y moverse a los pájaros, a los peces y a todos los animales de los mares, ríos y lagos, ha sido alterado por la influencia de los hombres. Los mares y otras aguas, llenas de basuras, residuos, suciedad y productos químicos de todo tipo, contaminados por petróleo y explotados excesivamente por la pesca, se han convertido en cloacas en las que la vida muere. Los animales en, y sobre la tierra, sufren; sufren y padecen miserablemente por culpa del bestial asesino ansioso de poder que es el hombre, que paulatinamente se asfixia a sí mismo en su locura egoísta. Él niega la dignidad a los animales que él considera para sí mismo como algo inviolable, denigrándolos con crueles experimentos en ellos. Les niega el derecho a un libre desarrollo que naturalmente reclama para sí mismo, torturándolos en estrechas jaulas y en los corrales propios de la explotación que hace posible la producción industrializada de carne. Les niega el derecho a vivir matándolos sin reparos, a pesar de que, entretanto, se ha demostrado que para una alimentación sana, los alimentos cárnicos no son de ninguna manera necesarios, sino que más bien, son perjudiciales.


        A pesar de que el hombre y sus obras se acercan a su ocaso, él aún piensa que tiene que hacer uso de su pretensión de poder para con todos aquellos que él cree que están por debajo suyo.