Acerca del matrimonio.

El camino del peregrino

 


 

             Lo que Dios unió, no lo separe el hombre.

 

           Aunque el motivo de repudiar al prójimo parezca justificado, no se tiene ningún derecho de excluir al prójimo de la propia vida. Quien excluye a su prójimo de su vida está cerrando su corazón al amor de Dios. Por eso, el hombre no debería repudiar a su prójimo, ni siquiera cuando parezca que haya motivos para ello. Debe perdonar a su prójimo y pedirle perdón, pues en ninguna discordia sólo uno es culpable. Siempre, por lo menos, hay dos involucrados. Cuando dos personas se separan, sea cual sea su motivo, sólo debería ser una separación externa, pero no abandonarse definitivamente el uno al otro. Quien se une en el interior con el prójimo mediante la purificación de todo lo que llevó a la discordia, permanece unido a él. También cuando externamente ambos están separados.

 

El matrimonio con varias mujeres u hombres, en el que un hombre tiene varias mujeres o una mujer varios hombres, es contrario a la ley del Amor Divino. Dios creó en la existencia pura la polaridad y la dualidad. En los cielos, dos seres divinos se unen en Dios y se aman  mutuamente en Dios. Esta unión en Dios es un acto creador de Dios, procede del principio de polaridad y dualidad. Los dos seres divinos están unidos eternamente en Dios como hijos de Dios y así también, como hermanos. Como es en el cielo así debe ser también en la Tierra.

 

Cuando dos seres humanos se prometen fidelidad ante Dios para el matrimonio, o cuando se juntan varias personas para una comunidad de hermanos – personas que observan ante sí la pureza absoluta para cumplir la Ley - , también deberían guardarse recíprocamente la fidelidad, pues quien se promete fidelidad ante Dios, también hace la alianza de fidelidad con Dios. Quien guarde la alianza de fidelidad, también verá a su prójimo como templo de Dios y lo respetará. En el respeto mutuo está el reconocimiento de los valores internos del hombre. Quien aprende a amar los valores internos del prójimo mantiene la unión interna y también está unido a Dios. Un matrimonio tal, o así mismo una comunidad de hermanos, será duradero en esta existencia terrenal y entrará en la eternidad porque Dios es la ley de la unidad y de lo comunitario.

 

Los hombres que están dispuestos a vivir en el Espíritu del Señor darán forma conjuntamente a su vida terrenal, se apoyarán mutuamente y se tendrán afecto en un amor desinteresado y lleno de confianza. Un matrimonio así, o comunidad de hermanos, no conduce a ataduras sino que vive la unión mutua y la unión con Dios.

 

Hombre y mujer en el matrimonio son un espíritu y una carne, y sin embargo, son dos almas. Después de la muerte física, viven como hermanos y regresan en el proceso evolutivo purificador a su dual espiritual. Duales celestiales son dos seres provenientes de Dios que están unidos en Dios eternamente. El masculino es el principio donante, y el femenino el principio receptor. Están unidos en Dios como pareja celestial de eternidad a eternidad.

 

También las llamadas parejas están sometidas a la misma Ley, Por lo tanto, prestad atención a vuestra forma de pensar y obrar, y examinaros antes de comenzar un matrimonio o pareja, viendo qué razones y motivos os mueve a ello: ¿Es el cuerpo quien lo exige, o es el amor desinteresado - que es activo como germen de vida interna en los valores internos - de los dos que se esfuerzan por alcanzar ideales y metas más elevadas?

 

Comprended:

En los peldaños evolutivos más elevados que llevan a la vida divina, rigen las leyes más elevadas. Éstas también abarcan a los matrimonios y familias que se esfuerzan por alcanzar ideales y valores más elevados, que se guían por los valores internos y por los pasos evolutivos que da cada uno en el camino hacia Mí.