Acerca de la limpieza.

El camino del peregrino

 


 

            Mantened vuestro cuerpo limpio.

 

No solamente las cosas impuras que entran en tu cuerpo dañan al hombre, sino mucho más, los pensamientos malos e impuros que surgen de su corazón, que manchan interiormente, y que también manchan a otros. Cuidad  por eso vuestros pensamientos, limpiad vuestros corazones, y que vuestro alimento sea puro.

 

Esto lo debéis hacer sin dejar las otras leyes. Quien quebranta la ley de la purificación porque ello es inevitable, está libre de censura pues no lo hace ni por voluntad personal, ni por despreciar la ley, que es justa y buena, pues la limpieza en todo es un gran beneficio.

 

El lavarse las manos y el limpiar las tazas, vasijas y mesas, es una necesidad en este mundo pues la Tierra es materia de piedras, tierra y polvo. Estas y otras circunstancias de vida son necesarias para que pueda vivir el cuerpo humano.

 

Así como el viento y la lluvia limpian la atmósfera y la tierra una y otra vez, así también el cuerpo terrenal necesita ser limpiado, e igualmente los vasos, las vajillas, las mesas y todos los demás objetos.

 

Todas estas cosas externas deben ser cuidadas, pues la limpieza externa es también una expresión de lo interno, pero la sola limpieza externa no consigue la purificación del alma.

 

Cuando el hombre está manchado internamente por el pecado, a menudo, pone gran énfasis en las leyes de limpieza externa para esconder la impureza de sus pensamientos, palabras y actos. Sin embargo, quien sea puro en el interior, también cuidará de la limpieza y pureza en lo externo.

 

 

Lavarse las manos antes de comer no siempre es posible, según las circunstancias externas. Pero esto no tiene nada que ver con la impureza del alma. Quien reclama por esto una y otra vez, en especial, cuando no hay posibilidad de limpiarse, sólo tiene ojos para lo externo, para el mundo y sus costumbres, sólo crea leyes externas, y con ello, se olvida de lo que en realidad se trata.