La Trucha Lista del Río


Erase un remanso del río donde acudían los pescadores. La mandona del río era una trucha. Siempre solía decir a los demás peces:

-¡Vaya compañeros más inútiles me han caído!, ¡Siempre os dejáis atrapar por los pescadores! ¿Por qué no tomáis ejemplo de mí?

-Pero Doña Trucha, ¡Eso puede pasarle a cualquiera! –le dijo un tímido barbo-, especialmente… cuando uno tiene el estómago vacío. Y esos hombres vienen al río, ponen golosinas en el anzuelo y…

-¡Calla necio! Puesto que ya lo sabes, ¡Huye del anzuelo!

Y sucedió que una mañana, cuando las aguas estaban transparentes y cristalinas, la trucha vio la figura del pescador a través de las aguas. Se escondió bajo una piedra y se puso a observarle. Le vio mover el palo y darle a la manivela y por último, la punta del sedal cayó al agua.

La trucha descubrió un hermoso gusano, pero claro, siendo ella tan lista como así lo creía… quiso engañar al pescador. Empezó a moverse despacio sin remover las aguas; al llegar junto al gusano empujó una piedrecita y creyó que con ella había sujetado el sedal; mordió rápido el gusano y… amigos, ¿Qué es lo que pasó?...

-¡Cayó! –gritó gozoso el pescador-.

Por eso, nunca hemos de presumir de listos ni de saber más que nadie.

También cuentan que: “El pez, muere por la boca”.