El Árbol de la Vida

 

     Hada era una joven de aspecto soñador. Sus cabellos, rubios como el oro, se entrelazaban graciosamente en caracolillos que, de forma natural, se formaban en su cabeza.

 

    Le gustaba dar largos paseos por el bosque, y pasaba horas y horas contemplando la naturaleza; para ella, su eterno hogar.

      “¿Qué energía nos rodea y nos traspasa?”

      “¿Qué poder yace oculto en nuestro interior?”

 

    Estas y otras preguntas cruzaban por su mente, llenándola de pensamientos que le emocionaban y le hacían sentirse parte de la naturaleza que le rodeaba. El silencio era una constante en su interior, y en ese silencio sentía el latido de los árboles, de las plantas, del viento…

 

    Una tarde, en uno de sus paseos por el bosque, se paró un rato a descansar y se quedó dormida. En el sueño vio lo que su mente no alcanzaba a contarle, sintió lo que hasta ahora su corazón no había sido capaz de transmitirle. Vivió una realidad de luz, que la iluminaría para siempre…


    Ella quiso plasmarlo de alguna manera, para que todo el mundo pudiera compartir con ella tan bella experiencia, y decidió escribir sobre ello:

    “Hoy he encontrado la similitud maravillosa entre la naturaleza y yo misma. Hoy me he visto árbol y mujer a la vez. Hoy se ha producido un proceso alquímico de amor, de amor puro, en el que me he convertido en madre y padre, en hija de la luz y dadora de vida.

    Mi cuerpo, desnudo y bello, pisando el suelo, anclándose en la Madre Tierra. Mis piernas formando un tronco fuerte y recio, corriendo por él la sabia de la vida.

     

      Las raíces, que de mis pies se extienden, recorren el seno de la Madre, hundiéndose más y más en una Tierra fértil y agradecida.


      Siento cómo esas raíces, mis raíces, están fuertemente ancladas a la Tierra, y de cada extremo que ellas tocan, le llegan a raudales los nutrientes que le aportan vida, luz, sabiduría. Es la experiencia de la tierra, es la sabiduría de las vidas y vidas recorridas en su seno, son las mil caras que se me muestran; cada una con una enseñanza, con una vivencia, con una experiencia vital que se transforma en luz sin apenas darme cuenta.  


     Esas experiencias de vida me han alimentado, han permitido que el árbol, mi árbol, yo misma, pueda ser un bello ejemplar, capaz de dar sombra, refugio y amor a todo aquel que en mi regazo desee cobijarse.

      ¡Estoy tan agradecida a la Madre…!


    Extiendo mi tronco, mis ramas. Proyecto mi esencia en mis brotes y hojas. Me esparzo en la inmensidad de mi presencia, y mi esencia vuela y vuela, más allá de la apariencia, porque no hay lindes en el amor.


   Siento el Sol cálido y sereno, paciente y complaciente con mi esencia de amor. Toco con la punta de mis hojas su luz, y le siento, agradecida, emocionada por el milagro de su presencia. Me vivifica, me llena asimismo de energía, de luz, y en mi interior algo despierta. El corazón del árbol ha sentido a la Madre y al Padre. Se han unido en mí misma, y ya no soy mujer ni árbol, ya no soy nada más que Amor, puro Amor.


     La alquimia de la fotosíntesis se ha producido en mi ser, y los nutrientes de la Tierra y el Cielo, del Padre y de la Madre, se han unido para dar lugar a una sabia mágica, explosión de energía sin límites, de luz infinita que se proyecta en el Cosmos.


   Ahora soy capaz de dar vida, porque yo soy vida. Ahora soy capaz de explorar mi libertad, porque he trascendido los límites de la apariencia. Ahora soy capaz de recibir amor, porque he sido capaz de equilibrar en mí la balanza, y todo lo que me llega lo doy, lo doy sin cesar porque me he convertido en un instrumento de la luz.”

 

    Hada, aquella joven soñadora, no volvió a ser la misma. Su aspecto era ahora como el éter; una bruma de luz le envolvía y de todo su ser se podían ver cómo se desprendían hilos de luz que le conectaban a la Tierra, a los árboles, a las flores, a toda la vida que le rodeaba.


     Los habitantes de aquella comarca miraban a Hada con admiración, hasta que llegó a aparecer tan llena de luz, que en el ocaso de una tarde de verano, se confundió entre los rayos del Sol.

 

     Ahora las gentes hablan del "Hada del bosque", y muchos no se atreverían a decir si fue en verdad mujer o árbol, realidad o leyenda…